No recuerdas si los huevos caducan mañana; de cualquier manera solo quedan dos en la cartera. Si es así, tendrás que comerlos hoy. No quieres huevo, prefieres comer los ravioles que has comprado ayer.
Caminas a paso veloz, y es que ha conmenzado la lluvia. Cae poca, pero hace mucho viento y piensas que en pocos minutos tendrás los piés absolutamente empapados, así como la parte baja del pantalón. El paraguas que compraste hace dos semanas apenas puede con los aeronazos, y difícilmente puede conservar la forma.
No quieres enfermarte, sería perder un fin de semana recostado en cama, solo leyendo; aunque podrías también ver el cuarto programa de la serie que M te pasó hoy por la mañana en tu memoria USB.
El viento sopla más fuerte, tratas de cubrirte con el pobre paraguas naranja que apenas puede con la fuerza del aire. Los goterones empiezan a mojar tus zapatos. ¡Cómo odias tener los pies mojados!, esa sensación acuosa y helada, y la piel que se va arrugando poco a poco, el sonido del aire que escapa y entra, escapa y entra en cada paso.
Recuerdas toda esa gente que viste minutos atrás, justo en la puerta del Aula Magna, que se manifestaban intentando bloquear la inaguración de los cursos de este año. No te importan las razones, piensas en que ojalá nadie enferme con esta lluvia. La gente era mucha, y llevaban pancartas con las que se cubrían, aunque no bastaban para todos.
Tus ojos miran el piso, no quieres encontrarte un charco y pisarlo, no miras nada más. El universo es el piso gris, la luz naranja que apenas pasa por debajo del paraguas, y ese montón de pensamientos que te empapan la conciencia.
Regresas a pensar en la manifestación; todos gritaban con fuerza y en coro: -¡No pagaremos esta crisis! - Y detrás todos esos policías que se organizaban entre los altavoces, justo debajo de donde caían los goterones del edificio de rectoría.
Escuchas que finalmente el rector ha cancelado el acto, que un grupo de estudiantes ha logrado subir al podio con pancartas y ha detenido todo. -No pagaremos esta crisis- se sigue escuchando por toda la explanada central.
-Ojalá y nadie se enferme con esta lluvia- piensas.
Un coche pasa rápidamente y te baña salpicando un enorme charco de agua marrón, apenas puedes cubrirte con el paraguas. No puedes enojarte, a pesar que estas empapado es una mañana donde no te puedes enojar. Así pasa, hay días donde solamente no tienes esa capacidad, y éste es uno.
Falta poco para llegar a casa, apenas dentro te quitarás los zapatos y el pantalón.
Y regresas a pensar cómo preparararás los ravioles. Basta de huevo, has comido ya bastante toda esta semana.
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